Como tanteándole el agua a los camotes.

Por: Gerardo Corral Luna

Esta historia me la contó mi primo Ramón Luna Meléndez y aquí se las dejo en voz de Ramón con mis palabras.

Recuerdo en una ocasión que andábamos por la sierra mi tío Catalino y yo. Había hecho mucho frío por la noche, pero para esa hora de la tarde ya hacía un poco de calor. El terreno era accidentado y los caballos ya mostraban cansancio. Habíamos tomado por el lecho del río para atravesar aquellas montañas por un cañón que no era muy extenso pero que los altos riscos que se elevaban en vertical a los lados del río, permitían pasar muy poco los rayos del sol, sólo un rato al mediodía. De pronto mi tío se bajó del caballo y comenzó a despojarse de la ropa y me dijo ante una tinaja de agua algo profunda. —Mire como está buena el agua. Mientras que adentrándose en el agua iba haciendo los trozos de hielo a un lado. —Véngase güero, vamos a darnos un chapuzón. —Me invitó mi tío. —No. —Decliné la invitación. —Yo ya me bañé el domingo pasado y mejor me espero al siguiente domingo. –—Le dije, y agregué luego. —No me vaya a hacer daño el baño tan seguido. Por supuesto que yo ni loco me hubiera metido a esa agua, si tuvo que romper el hielo de la superficie, imaginen como estaría de fría el agua.

Años después ya vivíamos en Chihuahua y un día llegó mi tío de visita a casa, saludó a mi mamá Gila y los que ahí estábamos, luego preguntó por mi papá Chabel, su hermano y le informamos que se acababa de meter a tomar un baño de regadera. Mi tío hizo una cara pícara y se dirigió al patio, tomó un bote de esos de veinte litros y lo llenó bajo la llave de agua del patio, luego, bote en mano se dirigió al baño donde estaba mi papá y abrió lentamente la puerta para no hacer ruido. Como el calentador de agua no funcionaba muy bien, ésta salía de la regadera apenas si tibia, y mi papá como midiéndole el agua a los camotes, metía un pie, luego un brazo y se salpicaba un poco de agua con los dedos en la cara tratando de acostumbrarse a la temperatura del agua, y en ese momento mi tío le zampó el bote de agua fría encima y salió apresurado, antes de que lo viera mi papá, quien pegó un grito como hacia adentro al sentir el agua helada, se enredó en una toalla y salió hecho una furia a perseguir al malhechor, entró y apenas alcanzó a gritar —¿quién ji…? En eso vio a su hermano Catalino que muy sonriente le preguntó —¿qué te pasó Chabel? —Mi papá a punto de reír, se aguantó y sólo le contestó. —ahí espérame, deja terminar de bañarme.

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