El Cariño, el Orejón y el vaquero Richard. (narración a 2 voces)

Por: Cecilia Luna Vargas y Ricardo Rodríguez Luna.

Cecilia.

Con el tiempo, “el Orejón” se ganó un espacio en nuestro corazón, como todos los animales que llegamos a tener. “el Orejón” era un toro de cría que habíamos comprado y siempre recordamos aquel día en que, siendo un torete, llegó a nuestro corral de piedra junto con otros dos que otras personas también compraron. Otro personaje que interviene en esta historia es “el Cariño”, un caballo al que tuvimos especial estima, tanto lo queríamos que cuando decidimos Severiano y yo ir a buscar el sueño americano a los Estados Unidos, lo que más nos podía era dejar el caballo, lo único que nos reconfortaba un poco era que lo dejamos al cuidado de mi hermano Octaviano, una persona muy especial que lo cuidaría con mucho esmero.

Ricardo.

Era el año 1977 y me tocó estar en Los Lirios, Durango, con mi madrina Chila y su esposo Chano cuando coincidentemente uno de esos días, llegó un camión de carga con tres novillos de raza Cebú recién traídos del “otro lado”. Uno de ellos lo había comprado Chano para hacer cruzas de mejora de raza con el ganado que ya tenía y los otros los habían comprado otras personas, vecinos del rancho. Se decidió entre los dueños de los toros que los bajarían en el corral de Chano, para que de ahí cada quien se llevara el propio y así se hizo. Para los vecinos, era todo un espectáculo ver animales de raza fina, recién importados, por lo que con gran alborozo se habían reunido chicos y grandes ante aquel evento que para nada era frecuente.

Cecilia.

Ese año estaba de visita por vacaciones escolares mi sobrino y ahijado Ricardo, hijo de mi hermana Lupe y de Benito, era un muchacho muy alto para su edad, entonces tendría unos 16 años, era muy inquieto y vivaracho, nosotros lo queríamos mucho y lo sigo queriendo. Al “orejas”, como después lo llamaríamos, lo bajaron junto con los otros toretes en nuestro corral. Se veía que eran muy matreros y se mostraban nerviosos, quizá por el viaje y la gente que se había ya reunido para verlos.

Ricardo.

Hicieron bajar los toros a la puerta del corral y comenzaron las maniobras para separarlos Uno de los toros se mostraba más nervioso que los otros desde que los estaban bajando del camión, pues ese mismo animal, agarró de pronto carrera y se brincó la barda del corral. De milagro nadie resultó herido, porque ya la gente se había distribuido alrededor, unos montados sobre la barda y otros desde abajo veían el espectáculo, por lo que algunos chamacos apenas si tuvieron tiempo de dejarse caer al suelo para que el toro no se los llevara entre las patas.

Los vaqueros se empezaron a organizar entre ellos para traer de regreso al novillo escapista. Ensillaron caballos, entre ellos uno que se llamaba el Cariño, que pertenecía al joven matrimonio que formaban mi madrina Chila y su esposo Chano, también soltaron algunas vaquillas para juntarlas al toro que escapó y así facilitar su regreso al corral. Pasado un buen rato pudieron regresar al toro revuelto con las vaquillas y entonces reemprendieron la tarea de separarlos para que sus dueños se hicieran cargo. Yo por mi parte aprovechando que estaba el “Cariño” ahí junto a la barda del corral y para tener una mejor visión, me trepé en él y para mayor comodidad crucé una pierna por encima de la cabeza de la silla de montar y así muy relajado, obtuve el mejor lugar para contemplar las faenas en el corral.

Cecilia.

El Cariño era un caballo manso y de buena rienda, pero no se dejaba muy fácil montar por cualquier persona. Richard, como le decimos a mi sobrino, se había ganado su confianza, porque constantemente se le acercaba, lo acariciaba y le daba algo de comer, por eso no se me hizo raro que Ricardo se montara en El Cariño para tener una mejor visión de lo que pasaba en el Corral.

Ricardo.

Justo cuando más descuidado estaba sobre el caballo, se volvió a brincar la barda el toro a escasos centímetros de dónde yo estaba. El caballo como estaba muy hecho al trabajo de arriar ganado, reaccionó de inmediato girando en redondo y emprendiendo veloz la persecución del toro, en tanto que yo en su lomo medio colgando y tratando de destrabar mi pierna de entre mis brazos y la cabeza de la silla, hacía enormes esfuerzos para no caer. Toda la gente nos vio desaparecer tras el novillo brincando jarillales y barrancos y yo colgado en muy mala posición y se preocuparon, en especial mi madrina.

Cecilia.

Cuando vi a Richard casi cayendo agarrado de la cabeza de la silla sobre El Cariño, brincando matorrales y barrancos por todo el arroyo del Chorro tras el toro, me angustié mucho y le rogaba a Dios y todos los santos que lo protegieran para que no le pasara nada.

Ricardo.

Los otros caballos que habían ensillado anteriormente, en la primera escapada ya se los habían llevado, así que por lo pronto no había forma rápida de acudir a mi rescate. El Cariño había ya pasaba por un lado al toro y yo logré recuperar la vertical y tomé las riendas, así que, con la experiencia del “Cariño”, mucha suerte y algo debo haber heredado de familia, porque ya cuando llevaba al novillo por delante, se me quiso regresar y le eché el caballo encima tapándole la salida contra el cerco y volvió a tomar camino. Creo que ya con sus dos escapadas el novillo se había cansado porque ya no hizo más intentos, el caso es que regresé como todo un vaquero y con ayuda de los presentes ingresamos el toro al corral.

Cecilia.

Qué gusto me dio ver a Richard de regreso sano, salvo y como nadie lo esperaba, con el toro por delante.

Cecilia y Ricardo.

Hoy en día nos acordamos de aquél incidente y nos da risa. Seguramente algunas de las personas que estuvieron presentes, lo recuerdan y lo cuentan como una “charra” o chiste para entretenerse con la plática. Por suerte nada malo pasó ese día, por lo que hoy platicamos la historia del “Orejón”, el “Cariño” y el Vaquero Richard.

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