La caja fuerte

Por: Ricardo Rodríguez Luna

Esta historia me la contó mi mamá Guadalupe Luna, y más o menos así la recuerdo:

Conociendo mi papá Quirino y mi mamá Fina lo travieso que era Octaviano, tomaban sus precauciones, por eso una vez que Don Quirino salió fuera por varios días, la pistola, que nunca mantenían al alcance de los hijos, esa vez la abuela la escondió muy bien en la caja fuerte. Descosió un colchón o colchoneta, la metió y la volvió a coser y con tranquilidad dejó que Octaviano fuera a Saltillo, -entonces vivían en el Retiro-. El día transcurrió con calma, hasta que vieron a un jinete que se acercaba apresurado. Posiblemente era Rutilo, no recuerdo bien, quién dijo mi mamá que era, el caso es que salieron a recibirlo intrigadas por la prisa.

La persona, llevaba el chisme -no se tome a mal, era para bien-, de que Octaviano andaba echando vivas -disparos-, allá en Saltillo. No puede ser -dijo mamá Fina-, si la pistola la tengo yo bien guardada. Posiblemente consiguió una. El chismoso, digo el visitante, replicó –no, yo lo vi bien, es la pistola de Don Quirino con la que anda disparando. A ver, vamos a ver -dijo mamá Fina. Palpó el colchón y le dijo al chismoso –oh, se le va a quedar!-, –mira, tócale verás que aquí se toca la pistola dentro del colchón. No pos sí –contestó el otro -ya no le voy a decir “el chismoso”, prometo-, ciertamente si se toca, pero qué raro, trae una pistola igualita a la de su papá.

Doña Delfina sacó cuentas y dijo –¡muchacho ca..rajo! Trajo unas tijeras, descosió el colchón y encontró un fierro que más o menos daba el tamaño de la pistola.

¡Ay Octaviano Luna, quién iba a pensar que estabas dándonos material para esta ocasión!

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