Tus hermanos y hermanas te recordamos con cariño.

Por: Carmen Luna Vargas

Este escrito lo hago en nombre de mis hermanos y hermanas, para honrrar la memoria de nuestro querido hermano.

Octaviano no sólo fue bromista, también fue valiente, responsable, honrado y un hombre a carta cabal, como se dice. Cuando enfermó, Dios le concedió algo que sólo a pocos se les da, la dicha de tener al final de nuestra vida, le concedió el conocimiento de que iba a morir, tal vez no era consciente del todo o tal vez sí, pero lo cierto es que en sus últimos días, aún cuando nadie sabía que estaba enfermo, él actuaba como si se estuviera despidiendo de la vida y de todos sus seres queridos.

Se despidió de cada uno de sus hijos y les instruyó de todo lo que tenían que hacer cuando él muriera. Su esposa e hijos le decían –hasta parece que te estás muriendo Octaviano. ¿Por qué nos dices esas cosas?– y contestaba –uno nunca sabe.

Su esposa Olaya y algunos de sus hijos me platicaron estas cosas. Ahora las platico, porque para mi, es importante hacer notar, -más allá de que tan religiosos seamos unos u otros-, que, mi hermano Octaviano, tuvo la gracia de saber que tenía ya que prepararse para ello. Quisiera no causar malos entendidos, ya ven que luego puede ser que uno no exprese las cosas como quisiera o debiera. Mi único fin es recordar a mi hermano en la última etapa de su vida, siendo un hombre joven -si no me equivoco tenía 62 o 63 años al morir- y hasta entonces conservaba buena la salud. Yo lo vi unas 6 semanas antes de su muerte, y no parecía que estuviera enfermo.

Olaya vive para contar, que Octaviano, por esos días le dijo, cuando yo muera, me llevan para el Retiro y me sepultan junto con mi mamá y mi papá. Ustedes aquí me despiden, no quiero que vayan porque después van a batallar para regresar. El único que va a ir es Jorge. Y así fue, allá se quedaron todos con su pena, sin poder despedirlo en su tumba. Lo velaron en una capilla, donde le pudieron decir adiós su familia y amigos y luego nos lo mandaron a su tierra querida. Así lo dispuso mi hermano y así entendieron todos que tenía que ser.

Me cuenta Olaya que se portaba raro, que de pronto la invitaba a salir, –Ándale, alístate sal conmigo, como si fuéramos novios, que conozcas a mis amigos. Dice, que ella le contestaba –¡ay, Octaviano, no sé que te pasa y me preocupas.

El día que murió, por la noche estaba esperando a Pedro que andaba fuera, ya nomás llegó y le dijo a Olaya, -palabras más o palabras menos-, –ya me voy a dormir, pero quiero que me des la bendición, como lo hacía mi mamá. Olaya le contestó que ella no sabía cómo le daba su mamá la bendición. Él contestó, –bueno reza algo por mi. Ella le rezó un Padre Nuestro y algo más. Satisfecho se fue a dormir, llevando un vaso de agua. Olaya lo encontró dormido boca arriba, tapado por completo con la sábana. Más tarde, de madrugada, le pidió que se recorriera un poco en la cama y Octaviano no respondió, fue entonces que se dio cuenta que había muerto.

Tenía las manos entrelazadas por atrás de la nuca, como cuando se recuesta uno en el pasto a ver las estrellas, y su rostro reflejaba mucha tranquilidad.

Octaviano, fue tocado con la gracia de saber el destino en sus últimos días y eso muy pocas personas la han tenido. Quiero dar gracias a Dios y a todas las personas que lo amaron y hoy lo están recordando.

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