Homenaje a nuestro padre.

Por: Griselda Luna Herrera

Mi padre Octaviano Luna Vargas, escogió un día grande para nacer -cosa que no es de extrañar en él-, nació el 21 de marzo de 1938 para celebrar sus cumpleaños, junto con Don Benito Juárez y justo el día en que oficialmente inicia la primavera. El Retiro fue su cuna, hermoso ranchito de sus padres en el municipio de Villa Ocampo, Dgo., fue un niño, muy alegre, inteligente y trabajador. Junto con su padre y hermanos se dedicó a las labores del campo.

Sus padres fueron Quirino Luna Chávez y Delfina Vargas Sánchez. Fue el séptimo de nueve hermanos, cinco mujeres y cuatro hombres, que formaron una familia muy unida y generosa. Con el tiempo, la vida sana y el trabajo rudo del campo, hicieron de él un joven, fuerte, valiente, alegre y muy guapo (disculpen que lo diga, pero no por ser su hija falto a la verdad). En Saltillo vivía una hermosa joven llamada Olaya Herrera Bujanda, de quien se enamoró y fue bien correspondido. Y en el año de 1965, contrajeron matrimonio y juntos procrearon diez hijos, de los que sobreviven nueve. Primero nació Jorge, allá por 1967, luego le siguieron Lorena, Norma (a quien Dios llamó a los 6 meses de nacida), le siguieron Griselda, Mario, Rigoberto, Octavio, Pedro, Delfina y finalmente Magaly. Todos estos niños, hoy hombres y mujeres de bien, vivimos con nuestros padres la buena parte de nuestras vidas en Saltillo Dgo.

En 1993, ante la falta de oportunidades y situaciones adversas, emprende el viaje junto con su esposa y 7 de sus hijos, en busca de una mejor calidad de vida, hacia Las Vegas Nevada. Viaje que habría de durar 8 largos días, llenos de vicisitudes. Lo mismo hubo hambre y dificultades, que gente buena que nos ayudó. En aquel entonces, Jorge, el mayor de nosotros, ya vivía en Las Vegas y Lorena, que le seguía en edad, ya se había casado y se quedó a vivir en La Estancia, otro poblado vecino a Saltillo.

Ya establecido en Las Vegas, mi padre trabaja en la industria de la construcción. Seguramente para él, acostumbrado a los espacios abiertos y la vida de campo, fue un cambio muy fuerte, saber que ahora venía a trabajar a los Estados Unidos, no por una temporada, sino que quizá sería el lugar de residencia definitivo para él y su familia. Toda la familia lo apoyó, y se unió a su lucha diaria para sobrevivir y salir adelante.

El tiempo pasa y pronto se ve convertido en abuelo. Conoció a cinco de sus nietos y con ellos fue un abuelo muy consentidor. Él nos decía que estaba orgulloso de sus hijos y nietos y que éramos la razón de su vida, que por nosotros estaba dispuesto a luchar hasta el último de sus días.

A veces pienso que de tanto cariño y amor que daba a los demás, se le fue desgastando el corazón, que empezó a fallarle a inicios de 2001. Luego nuevamente escogió un día grande para morir y fue así, que en la madrugada del 24 de febrero de 2001, su corazón se detuvo, dejando un gran silencio, un enorme vacío y dolor, que poco a poco con el recuerdo de su alegría y amor hemos ido superando.

Hoy le recordamos con respeto y cariño, su esposa, Olaya Herrera de Luna, sus 9 hijos y 21 nietos. Allá en el Cielo acompaña a su hija Norma y su nieto Angel Eduardo Luna Gómez y también se han reunido con él sus hermanos Vicenta e Isabel. Todos en la compañía protectora de sus padres Quirino y Delfina

Hoy te recordamos todos tus familiares y juntos te rendimos homenaje, recordando todas tus historias, ciertas o inventadas, pero muy tuyas y muy a tu estilo alegre e ingenioso.

Gracias por todos los recuerdos que nos dejas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *