Llegué y ellos ya estaban ahí.

Por Virna Rodríguez Luna

A ella la recuerdo con su mochila a la espalda llena de sueños, vestida de blanco de pies a cabeza. Ella me cuenta que de niña siempre se disfrazaba así, sin saber que con el tiempo lograría pasar del disfraz a la realidad. Sus manos fueron hechas para sanar, para cuidar, para ayudar. Con su alegría y particular forma de ver la vida ha sido la fortaleza de todos nosotros, en todos sentidos.

Él, nuestro arquitecto, nuestro fontanero, nuestro carpintero, nuestro albañil, nuestro artista, nuestro… El que domina todos los oficios del mundo. Siendo un niño edificó nuestra casa, se dedicó a todo, y con una hoja un lápiz y colores era capaz de plasmar sus sentimientos en hermosos dibujos. Parecía mayor, sabía cualquier cosa que le preguntaba. Recuerdo un día que, al levantarme de dormir, me iba a calzar los zapatos y me dijo “salúdalos primero, porque las arañas duermen en ellos por la noche”, para mi sorpresa, al sacudirlos cayó una araña, luego me dijo que eso es de buena suerte.

Ella parecía siempre ausente, en su mundo, concentrada. De ella aprendí cosas muy importantes, como es, el saber estar sola contigo misma, meditar, atender tu pensamiento. Me enseñó a valorar los libros como muy buenos amigos a los que hay que cuidar y saber elegir. Tenemos ella y yo una conexión que yo llamo de otro mundo.

De ella decían que era la más bonita y lo sigue siendo. Yo era su chicle y su mal tercio, porque tenía que cargar conmigo para que la dejaran salir. A pesar de ello me quería por ser su compañera, confidente y amiga. Hoy en día me sigue queriendo por los mismos motivos.

A él, aunque mayor, lo enseñé a hablar y escribir. Estábamos en el mismo grupo en la escuela primaria y también en la secundaria, siempre íbamos abrazados. En la escuela secundaria, gracias a su apodo, yo me gané el de “La panterita”. No sabíamos estar el uno sin el otro.

Solíamos cazar con resortera y piedra, liebres, ardillones y hasta una que otra víbora con los que manos expertas preparaban deliciosos platillos.

Mi cariño hacia él era y es enorme. Lo extraño mucho. Queridos hermanos y hermanas, Angélica, Ricardo, Josefina, Cristina y Fernando, por iluminar mi vida. ¡Los amo!

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