¿Bailamos Rosita?

Por: Virna Rodríguez Luna

Al abrir aquella puerta me llegaron de golpe el olor a leña quemándose, los aromas de cocina y los recuerdos, por eso cerré los ojos para sentir todo aquello con mayor intensidad. Escuché el parloteo de mis primas mientras preparaban platillos y los repartían entre los comensales sentados a la mesa. Bastó un instante de cerrar los ojos para que los recuerdos se empujaran entre si tratando de ganar lugar en mi mente.

Las vacaciones escolares eran de lo más esperado por nosotros, porque siempre había la posibilidad de ir a pasarlas en el “Rancho”, como solíamos decir. En cuanto llegábamos, nos apersonábamos en casa de los tíos Catalino y Laurencia, porque ahí teníamos primos y primas de todas las edades, esto es, había compañeros de juegos para todos y nos divertíamos a lo grande. Aunque la vida en el campo no es fácil, por lo que primero había que cumplir con los deberes para merecer la diversión, así que nosotras, mis hermanas y yo, nos sumábamos al trabajo para terminarlo temprano.

Nos acomodábamos por edades, por ejemplo, a Pepina y Olivia, las recuerdo haciendo tortillas de harina, una las estiraba con el rodillo, mientras la otra las cocía en el comal. Ellas dos formaban una pareja muy singular, los dos fuertes de carácter, les gustaba montar a caballo y le sabían mover al tractor, así que también se encargaban de ir a llevar alimentos a los hombres que se encontraban haciendo labores de agricultura. Solían ellas, encerrarse a leer novelas de vaqueros en los cuartos de atrás que daban hacia la escuela, porque decían que eran más silenciosos. Lo cierto es que como contaban con la protección de mi tía Laurencia que nos tenía prohibido molestarlas porque ellas terminaban pronto sus deberes, lo que en realidad hacían, además de leer, era fumarse un que otro cigarrillo seguras de que el tío Catalino rara vez se asomaba por allá.

Por su parte Mony y Cristy tenían su mundo aparte, ellas eran encantadoras, alegres y sobre todo, guapas. Lo primero que hacían antes que nada era peinarse y arreglarse muy bien y luego hacían las tareas que se les asignaban y por supuesto que se divertían. Sandra y yo éramos las más chicas y nos tocaban tareas sencillas como limpiar frijol para cocer, desgranar maíz o ir a traer agua, siempre en medio de juegos y travesuras.

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