Elliot, el que lleva alegría a donde va.

Por: Virna Rodríguez Luna

He aprendido mucho de él, primero que nada, me enseñó a ser madre y me enseñó la verdadera felicidad de ser mujer. Supe con absoluta certeza que estaba embarazada aún antes que el médico lo confirmara, porque sentía una felicidad intensa e inmensa que invadía todo mi ser. Era un sentimiento tan único, una forma de ser feliz que yo jamás había sentido. Cuando le di la noticia a mi mamá, ella me preguntó —¿estás segura hija? —Yo le contesté. —Segura, segura, no porque el médico aún no lo confirma, pero sí estoy segura, porque lo sé, lo siento. Entonces mi madre todos los días me llamaba para saber con certeza, hasta que por fin le dije. —Confirmado, dijo el médico que va a usted a ser abuela de mi hijo. Porque para entonces yo ya estaba absolutamente segura que sería varón y ya le estaba buscando el nombre más adecuado para él, porque ya imaginaba como sería.

Por eso cuando encontré un nombre que significaba “el que lleva alegría a donde quiera que va” pensé que así se llamaría, porque así será él. Elliot desde ya, antes de nacer, me trajo felicidad, luego busqué la fecha que más me gustaba para su nacimiento, y nueve meses después Dios me concedió que el milagro de la vida sucediera exactamente el día elegido.

Es evidente su don de dar alegría, por poner un ejemplo, en la casa de Angélica, mi hermana y Eduardo, su esposo, los hijos fueron tomando su camino en el estudio y el trabajo, y se alejaron de la casa, pues fue mi hijo Elliot quién llenó un poco de ese hueco con compañía y cariño, en él volcaron su amor mi hermana y cuñado. Hoy no pasa un día sin que los vea o quiera estar con ellos y cuando nos regresamos a casa siempre se resiste y me pide quedarnos —aunque sea un ratito más—. A mí me encanta que los quiera tanto y que tenga con ellos ese vínculo tan especial.

Cuando supo que en el vientre de su madre había una hermanita, sufrió una desilusión, sobre todo porque no sería el hermanito que quería y mucho menos podría llamarse Carlitos, entonces llegó al rescate su “Mango”, como le dice a mi sobrino Naúl, quien le aseguró que él sería su hermano y desde entonces es su héroe que siempre está ahí para él. Claro la desilusión por que en lugar de hermano tuvo hermana fue pasajera, porque adora y cuida a su hermana muchísimo.

Tiene Elliot una memoria extraordinaria, aún no caminaba y ya sabía el abecedario y los colores. Él dice que de grande va a ser dentista y parece que va en serio, porque cada vez que vamos de compras se lleva un cepillo de dientes a casa. Ya tiene colección. Su interés por el tema causa asombro, dice mi cuñado Eduardo, que un día, mientras el niño jugaba con sus carritos, él se entretenía viendo la televisión, pero al no encontrar un programa de su agrado, le iba cambiando de canal, y entonces apareció uno sobre cuidados dentales y pronto Elliot le dijo ahí déjale “Nino” y se sentó con mucha atención a ver el programa de principio a fin.

Hoy, a su corta edad, yo podría escribir un libro acerca de Elliot y lo terminaría igual que este pequeño escrito:

Elliot, tu significas mucho para mi y te amo inmensamente.

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