El fantasma de la petaquilla.

Por: Carmen Luna Vargas

La historia que les cuento sucedió en El Retiro, el ranchito de mis papás, donde crecimos felices. Nosotros fuimos en total nueve hermanos, cinco mujeres y cuatro hombres, y con nosotros vivía también Rutilo, que era ahijado de mis papás y había quedado huérfano, junto con otros 4 hermanitos. Él vivía con nosotros desde que tenía cinco o seis años de edad, así que lo veíamos como hermano. Quizá en alguna otra historia, alguien o yo misma, cuente algo de los 5 huerfanitos. Les comento de Rutilo, porque es uno de los personajes de la historia.

Sucedió en el año 1955, para entonces quedaban solteros los tres menores, además de Rutilo. Cecilia y Quirino, estudiaban en Santa Bárbara y Octaviano y Rutilo le ayudaban a mi Papá con las labores del rancho.

En ese entonces mi Mamá pasaba buenas temporadas en Santa Bárbara y mi Papá se quedaba al cuidado de la casa.

En una ocasión Octaviano y Rutilo se fueron a Saltillo, ranchería que no quedaba muy lejos de El Retiro, no recuerdo si le pidieron permiso a mi Papá o no, lo cierto es que regresaron muy tarde, cuando ya mi Papá estaba furioso. Decía mi mamá que cuando él le platico, se decía a si mismo -ahora que lleguen estos si les voy a dar unos buenos azotes-, y que ella le comentaba que les iba a pegar, -usted siempre dice que ahora sí y nunca les ha pegado a ninguno. El caso es, que ya muy tarde los escuchó que venían, y pensó –nomás que lleguen. Mientras tanto, Rutilo se había quedado escondido temeroso de llegar y Octaviano se había metido sigilosamente por una ventana. Estaba en la recámara que quedaba junto a la cocina, cuando se dio cuenta que mi Papá entraba buscándolos por la cocina, y ahora se dirigía a la recámara. Él rápidamente agarró una sábana blanca que estaba ahí, se subió sobre una petaquilla, así le llamaban allá a un baúl de mediano tamaño, de madera, que estaba en el rincón y se cubrió con la sábana.

En eso entró mi papá con una lámpara de petróleo en la mano, y justo cuando pasaba junto al baúl, Octaviano que estaba hecho ovillo, se paró haciendo una especie de aullido uuuuuuuuh.

–Tremendo susto me llevé- Decía mi papá entre risas cada vez que mi mamá lo contaba. -sentí que se me paraba el pelo y dije ¡qué carajos es esto!, pero ya cuando vio que se trataba de Octaviano, se soltaron riendo los dos y muy contentos se fueron a calentar unos frijolitos de la olla y unas tortillas de maíz para cenar. Rutilo que no encontraba como entrar, los escuchó plática y plática, luego se asomó por la ventana y los vio entrándole a los frijoles, entonces se animó a entrar y lo invitaron a la mesa. Ya juntos les dio su regañada, les dijo -no me anden dejando sólo tanto tiempo, necesito que me ayuden. Ellos lo tranquilizaron, le dijeron que no lo volvían a hacer y todos quedaron felices.

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