nuestra familia y la pandemia.

Por: Gerardo Corral Luna

Hemos ya hablado en este blog de que la Abuela Delfina Vargas enfermó a grado de casi morir. No sabemos la fecha ni tampoco la enfermedad que le aquejó, pero contaba ella que en su estado febril y de inconsciencia, se daba cuenta de que ya se hacían preparativos para su muy próximo sepelio e incluso su madre, María Luisa Sánchez, había iniciado a marchas forzadas a confeccionarle su vestido con el que sería sepultada. Es muy probable que la llamada Influenza española la hubiera atacado, aunque guardamos ciertas dudas, ya que, siendo una enfermedad tan contagiosa, no sabemos de otros afectados en su familia cercana.

Para la época de la fiebre española, de la que su etapa más virulenta fue en el otoño de 1918, la abuela Delfina debía ser una hermosa jovencita de diez y ocho años de edad.

El país lo gobernaba Venustiano Carranza y se vivían tiempos de mucha convulsión política, social y económica. Los conflictos armados de la revolución aún no terminaban del todo, se padecía escasez de alimentos y había mucha pobreza en el país; los efectos de la primera guerra mundial llegaban hasta acá; apenas hacía tres años de la hambruna que dejó una estela de muerte y miseria.

Mi otra abuela, soledad Gándara, contaba que ella viajó en tren con una tía suya, me imagino yo que de Estación Dorado hacia Parral o Santa Bárbara. Estación Dorado se ubica en el municipio de Valle de Allende, Chihuahua, lugar donde vivía sus abuelos y quizá también ella y su madre. Creo que la tía a que se refería era María Paula, hermana mayor de su mamá Isabel. Decía mi abuela Soledad que iba enferma con fiebre muy alta que la hacía alucinar, porque recordaba que veía hombres colgados en los postes de los cercos.

Al abandonar Estación Dorado, mi abuela, que para ese entonces tendría unos trece años de edad, y su tía habían dejado al resto de la familia en medio de la tragedia de sufrir la enfermedad a la que se le conocía como “peste roja”, “muerte púrpura” o “trancazo”, además de “influenza española”.

Hace cien años, ante el ataque de la pandemia que entró a México por su frontera norte y por el puerto de Veracruz, principalmente y que se propagó con una velocidad asombrosa, el gobierno actuó con mucha lentitud minimizando la tragedia y proponiendo medidas muy ineficaces. Se cuenta, por ejemplo, que se notificaba por parte del sector de salud, que se trataba de un microbio al que muy pronto pondrían en su lugar. Otra anécdota de la época dice que algún miembro del gobierno en la ciudad de México había dicho que se debía a la tala inmoderada de árboles que provocó que los vientos y el polvo acarreara toda clase de bichos y que entonces se ordenó un programa de reforestación en el lago de Texcoco. No fue hasta que por la presión de la sociedad y los periódicos, que se tomaron medidas más eficaces, aunque tardías. Entonces como hoy, se dice que ocurrían entre 1500 y 2000 muertes al día.

Bueno, pero volviendo a la familia les contaré más de la que mi abuela y su tía habían dejado atrás en Estación Dorado. La mamá de mi abuela Soledad, se llamó María Isabel Gándara Muñoz, ella era mi bisabuela y los papás de ella, se llamaron Antonio Gándara y María del Pilar Muñoz. Antonio nació, aproximadamente en el año 1853 y Pilar en el año 1859 más o menos. Que yo sepa, ellos tuvieron cuatro hijos y dos hijas, cuyos nombres son María Paula, María Isabel (mi bisabuela), José Tomás Antonio, José Onofre, Valentín y Pedro.

La familia era originaria de Hidalgo del Parral, Chihuahua, pero en el año de 1919, que es del que vamos a contar, vivían en Estación Dorado del municipio de Allende, no muy lejos de Parral.

Según los registros históricos encontrados, mi tatarabuelo Antonio, sufrió la pena de sepultar por causa de la fiebre española a su hijo Valentín en los primeros días de enero de 1919, luego el 25 de enero registró la muerte de Pedro, otro de sus hijos y apenas si pasados cuatro días, sufrió la muerte de su esposa María del Pilar, mi tatarabuela. Quizá hubo más muertos de su familia e incluso él pudo haber fallecido por esa causa, pero no he encontrado los registros todavía.

Cien años después, aquí estamos amenazados por un virus tan letal o más como el de aquel entonces.

Con este escrito les invito familia a no bajar la guardia, porque no podemos apostarle todo a la vacuna, por lo pronto. Pospongamos las fiestas, las reuniones y adoptemos todas las medidas necesarias para el cuidado de la vida. Ya hemos visto a esta enfermedad atacar a amigos y familiares. En términos generales, no nos ha ido tan mal, sin embargo, sí han muerto ya algunos de nuestros familiares y amistades.

La vida “comienza siempre llorando y así llorando se acaba”, pero dejando de lado a León Guanajuato, por respeto a Don José Alfredo, la vida si vale la pena vivirla

4 comentarios en “nuestra familia y la pandemia.”

  1. Lalo me encanta como cuentas las historias verídicas de la familia, y
    Se te agradece el tiempo
    que dedicas para hacer
    tus investigaciones..

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