Nacieron cuates.

Por: Carmen Luna Vargas

Aquel martes, 15 de enero, llegaron Octaviano y mi mamá al Terrero, porque les había yo mandado decir con mi cuñado Héctor Corral, que lo más seguro es que ya iba a nacer mi bebé. Arribaron temprano y mi mamá inmediatamente se dedicó a atenderme y cuidar que todo estuviera bien dispuesto, en tanto que Octaviano se fue a entretener en la plática con Rafael, también hermano de mi esposo Alfredo, que, para entonces, yo no lo sabía, había pedido permiso para venir, porque andaba de bracero en Estados Unidos, y ya venía en camino.

A Octaviano se le hizo tarde en la plática y no se fue hasta el siguiente día cuando ya mi niña preciosa había nacido. Para entonces ya tenía Yolanda dos años y Lalo uno.

Mi mamá le preparó su desayuno a Octaviano para que se regresara al Retiro. Yo escribí un recado y le dije que llegara a Saltillo y se lo diera a mi hermana Vicenta. El recado decía lo siguiente: “todo salió bien, la niña está preciosa, y yo recuperando fuerzas, gracias a Dios y a los cuidados de mi mamá. Saludos”. Mientras desayunaba él extendió el papel y lo leyó, entonces me dijo –Ay Carmen, que mala ortografía tienes, préstame el lápiz que acá le falta una “ache”. Yo cansada como estaba no le discutí nada y le di el lápiz. Él la tomó y rápidamente le corrigió al escrito y se lo guardó, diciendo –así nadie va a decir que mi hermana escribe con las patas.

Se fue. En atender a mis suegros y todos los que querían conocer a mi hija recién nacida, se me fue el día. Ya tarde llegó Angelina, mi cuñada y amiga, que en ese entonces era la maestra en la escuela de Saltillo y antes que nada pasó a visitarnos. Entusiasmada como era ella y con tremendo escándalo — ¡A ver Carmelita, quiero ver a esas hermosas niñas! –Yo le mostré a la bebé y le dije que Yoli, la otra niña mayor, estaba allá con mi suegra. Ella vio a la pequeña e insistió –¿Pero la otra bebé dónde está? A mí me dijeron que nacieron gemelitas. –¿Quién te dijo? –le pregunté. –Pues todo Saltillo sabe que fueron dos niñas, creo que tu hermana Vicenta les dijo.

Deben ustedes saber que Jesús José Aguirre, esposo de Vicenta, tenía la tienda, donde se surtía la mayor parte del poblado y las rancherías de los alrededores. Por lo tanto, también era el punto de reunión, donde los acontecimientos se conocían y se distribuían en todas direcciones.

Todavía mucho tiempo después cuando la Judith, que entonces fue la recién nacida ya estaba un poco grandecita, aún nos llegaron a preguntar por las gemelitas y mi esposo Alfredo, para no entrar en detalles les decía que eran cuates y les señalaba a Gerardo y a Judith.

Todo aquello se suscitó, porque cuando Octaviano supuestamente corrigió el recado para Vicenta, lo que hizo fue alterarlo y al final quedó así: “todo salió bien, las 2 niñas están preciosas, y yo recuperando fuerzas, gracias a Dios y a los cuidados de mi mamá. Saludos”

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