La santigüada

Por: Virna Laura Rodríguez Luna

Esta me la platicó Chano Lerma, esposo de mi madrina Chila Luna.

Contaba Chano que un día estaban en la platicada (no sabemos bien quienes estaban presentes, sería cosa de investigar, para darle más color a la historia), pero por lo menos, aparte del propio Chano, estaba Octaviano, la abuela Delfina o mamá Fina como le decíamos todos los nietos y muy seguramente estaba la nina Chila. El caso es que les dijo Chano, –vieran cómo ando malo de la espalda– y algunos otros detalles dio del porqué le dolía, pero para no contarles mentiras mejor los omito, lo cierto es que el tío Octaviano, le dijo –yo le curo ese dolor fácil.

–Nombre– le dijo Chano –a poco ahora me va salir Doctor.

–Eguro. Nomás conque usted tenga fe, yo lo aliviano –le contestó.

–Bueno, pues vamos viendo, que alcabo que se ha de perder –contestó Chano.

–Mamá, traiga por favor la cobija prieta y a San Rogelio. –Le dijo Octaviano a mamá Fina.

Una vez que tuvo el cuadro de San Rogelio y la cobija prieta, extendió la pesada cobija de lana sobre la cama y le ordenó a Chano –acuéstese ahí para curarlo.

Chano con dificultades se recostó boca abajo sobre la cobija prieta y fue entonces que Octaviano empezó con sus rezos –Santiguris, corona y cruz que este hombre sane por la gracia de Jesús– al tiempo que le pasaba el Santo Rogelio por la espada.

–Santiguris, corona y cruz que este hombre sane por la gracia de Jesús –y Chano se retorcía mientras el Santo le recorría la espalda. Y le volvía a pasar el santo y repetía el rezo, hasta que Chano se levantó muy ligero y muerto de risa. –Ya no aguanto las cosquillas, mejor así déjeme.

–Pues ya ha de estar muy sano oiga –le dijo Octaviano –porque se levantó de un brinco y muy ligero. Y todos reían.

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