¡Y qué ángel!

Por: Ricardo Rodríguez Luna.

No sé si alguna vez alguien le habrá hecho un homenaje a mi tía Carmelita Luna, pero si no ha habido alguno, espero que este escrito sirva humildemente como un homenaje.

Cuantos jóvenes con la oportunidad de estudiar y aprovechar el tiempo en crecer como personas, cultural y profesionalmente, no la aprovechan y se gastan la vida en videojuegos, televisión, antros y sabrá Dios en qué más.

Mi tía Carmelita quedó viuda y con seis hijos que mantener, siendo una mujer aún joven y de pronto se vio en la necesidad de, sin más ayuda que su fortaleza y amor, alimentar, vestir a sus hijos, mantenerlos en la escuela, pagar la renta de un techo y todavía en medio de su dolor por la pérdida de su esposo, mostrarse fuerte y amorosa con ellos.

Sus hijos crecieron abrazados por su amor y protegidos con su trabajo. Lo hizo muy bien, porque hoy en día ellos son hombres y mujeres de bien, que a su vez luchan y trabajan por sus propios hijos, gracias al ejemplo que les dio su madre.

Ella nunca tuvo tiempo para sí misma, todo se lo dio a sus hijos con su trabajo incesante, sólo cuando los vio encaminados en su propia vida, se tomó un poco de tiempo, pero no para descansar, porque aun trabajando, se metió a la escuela nocturna, para terminar su escuela primaria que había dejado inconclusa en su niñez, luego le siguió con la secundaria y ya no paró hasta obtener el doctorado.

Tía: Dios escogió un ángel para entregarle a cuidar a esos seis hijos, en situación tan adversa. Ese ángel es usted y como dice el dicho “sólo el que carga el morral sabe lo que pesa”.

Ahora me pongo a pensar, cómo debe haber sufrido cuando los tenía que dejar solos por largas temporadas para ir a trabajar a los Estados Unidos. Dejar la razón de su vida acá tan lejos de usted.

No sé qué más decirle tía, pero con estas palabras le digo que la quiero mucho, la admiro y la respeto. Siempre pienso en todo lo que tuvo que haber luchado y sufrido, y que jamás se rindió para salir adelante con sus hijos.

NOTA DE LA REDACCIÓN: Ricardo se permitió bromear un poco, porque si bien Carmelita terminó sus estudios de educación básica en la escuela nocturna, no siguió hasta el doctorado como él menciona. Aunque a decir verdad, por toda su trayectoria de lucha, esfuerzo y constante aprender y enseñar, si tuviéramos facultades académicas, no dudaríamos en otorgarle el grado de Doctorado honoris causa.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *